Diplomacia climática y salud menstrual: una deuda pendiente en la gobernanza global

Por Adriana García

La crisis climática no solo ha transformado ecosistemas y economías; también ha impactado cuerpos, derechos y exacerbado desigualdades históricas. Entre sus efectos más invisibilizados se encuentra la salud menstrual, un tema que permanece ausente en gran parte de la diplomacia climática internacional.

Y aunque en los últimos años se ha logrado cierto avance en el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos (SRHR) dentro de las agendas climáticas, persiste una desconexión crítica entre los compromisos formales y las acciones concretas para gestionar la salud menstrual en contextos de emergencia climática. Un ejemplo de ello lo revela el informe de UNFPA Taking Stock: Sexual and Reproductive Health and Rights in Climate Commitments in Latin America and the Caribbean, que señala que, si bien algunos países han comenzado a integrar los SRHR en sus contribuciones nacionalmente determinadas (NDCs), los compromisos siguen siendo limitados y carecen de indicadores específicos que permitan medir avances reales.

Esta omisión tiene consecuencias profundas, como advierte Björn Andersson Director Regional de UNFPA para Asia y Pacífico (mayo 2023), eventos extremos como huracanes, inundaciones y sequías interrumpen el acceso a productos menstruales, servicios de agua segura y saneamiento digno. Esto expone a millones de mujeres y personas menstruantes a riesgos mayores de infecciones, exclusión educativa, inseguridad alimentaria y violencia de género. Sin embargo, las respuestas humanitarias continúan relegando esta necesidad básica, perpetuando patrones históricos de invisibilización y desigualdad.

La cobertura mediática también empieza a visibilizar esta deuda. Así lo documenta un reciente artículo artículo de La Vanguardia (2025), que muestra cómo, durante emergencias o desplazamientos forzados, la gestión menstrual queda relegada a un lugar secundario, a pesar de su impacto directo en la dignidad, la salud física y la estabilidad emocional de las personas afectadas.

Integrar la salud menstrual en la diplomacia climática exige mucho más que menciones simbólicas en declaraciones internacionales. Implica acciones concretas como:

  • Diseñar políticas climáticas con perspectiva de género, que reconozcan la gestión menstrual como un derecho humano esencial en las estrategias de adaptación climática.
  • Garantizar financiamiento climático destinado a proyectos que mejoren el acceso sostenible a productos menstruales, agua segura y saneamiento adecuado en contextos de crisis, siguiendo los principios de justicia climática.
  • Promover la participación activa de organizaciones lideradas por mujeres, jóvenes y comunidades locales en el diseño, implementación y monitoreo de soluciones adaptativas que integren la gestión menstrual de manera transversal.

La diplomacia climática tiene hoy una deuda histórica con las mujeres y personas menstruantes del mundo. Cumplir con los compromisos de justicia climática implica reconocer que no hay justicia social si no se garantiza el derecho a la salud menstrual en condiciones de dignidad y equidad.

Pero…¿Estamos realmente dispuestos a transformar la gobernanza climática global, poniendo al centro a quienes históricamente han sido olvidadas?

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