Por Adriana García.
Esta semana se difundieron en México dos listas alarmantes basadas en los registros de nacimientos de 2024 de la Secretaría de Salud: una documenta casos en los que las madres eran niñas entre 10 y 12 años; la otra muestra los 30 nacimientos con la mayor diferencia de edad entre madre y padre algunos de ellos con adolescentes de 15, 16 o 17 años frente a hombres adultos mayores de 72, 75, 85 años.
Más allá del asombro inicial, estas cifras son una evidencia contundente de una realidad estructural ya documentada por organismos como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Consejo Nacional de Población (CONAPO): los embarazos tempranos y la enorme desigualdad de poder en las relaciones no son hechos aislados, sino expresiones de los MUITF (Matrimonios y uniones infantiles, tempranas y forzadas).
Las cifras hablan: niñas madres, hombres adultos
Los datos son contundentes y alarmantes. En Texcoco, Estado de México, una niña de 10 años fue registrada como madre; el padre, un hombre de 32 años, lo que representa una diferencia de 22 años entre ambos.
En Matehuala, San Luis Potosí, una niña de 11 años fue madre con un hombre de 47 años, una brecha de edad que revela una relación profundamente desigual.
En San Luis Acatlán, Guerrero, el registro oficial muestra a una adolescente de 16 años que fue madre con un hombre de 85 años: una diferencia 69 años que evidencia la normalización de vínculos profundamente desiguales, atravesados por relaciones de poder, control y violencia estructural.
Estas diferencias de edad no son excepciones ni coincidencias. Son indicios claros de relaciones en las que el consentimiento libre y pleno no es posible. Aunque muchas de estas uniones no se encontrarán registradas legalmente como matrimonios, en la práctica se viven como tales: escenarios donde el embarazo, la maternidad forzada y la dependencia económica marcan y limitan el destino de las niñas y adolescentes.
Contextos culturales y estructurales: por qué ocurren los MUITF
Según UNFPA una de cada cinco niñas en América Latina y el Caribe estuvo casada o en unión antes de los 18 años. En México, los MUITF persisten incluso frente a la prohibición legal, porque están sostenidos por:
- Usos y costumbres que legitiman las uniones tempranas
- Violencia estructural y sexual
- Falta de acceso a educación y salud sexual y reproductiva
- Estigmas comunitarios hacia la autonomía femenina
- Patrones patriarcales de control sobre el cuerpo de las niñas
En muchos contextos rurales o indígenas, estas uniones ocurren como parte de sistemas más amplios de parentesco, identidad o herencia. Pero no por ello dejan de ser violaciones a los derechos humanos: una niña madre es, en la práctica, una niña a quien se le arrebató la infancia y el derecho a decidir sobre su vida.
Embarazo adolescente: no es elección, es consecuencia
El embarazo adolescente está íntimamente relacionado con las uniones tempranas. La mayoría no son resultado de decisiones libres, sino de situaciones de violencia o presión social. Los datos lo confirman:
- 53,9% de las niñas de 10 a 14 años que ya eran madres en México estaban unidas y 1% casadas.
- La maternidad temprana limita su acceso a educación, salud, empleo y autonomía.
- Estudios muestran que las madres adolescentes tienen 23% menos ingresos en la adultez, menores niveles educativos, mayor inactividad y desempleo
Las tablas como espejo de un sistema que falla
Los registros de nacimientos no solo revelan edades: revelan la normalización de la desigualdad, la omisión del Estado y la permisividad social hacia las uniones entre niñas, adolescentes y hombres adultos. Reflejan una ausencia estructural de prevención, atención y justicia.
Estas tablas son evidencia concreta de que las políticas públicas deben dejar de tratar el embarazo infantil y adolescente como una “problemática de salud” aislada y comenzar a abordarlo como lo que es: una manifestación de violencia de género, desigualdad estructural y violación de derechos humanos.
¿Qué se puede hacer?
Las recomendaciones de organismos internacionales son claras:
- Fortalecer la permanencia educativa: el embarazo es causa del 36% de los abandonos escolares de adolescentes.
- Asegurar acceso universal a servicios de salud sexual y reproductiva, con enfoque en adolescentes.
- Erradicar los MUITF desde su raíz cultural, cuestionando usos y costumbres que subordinan a las niñas.
- Construir políticas interseccionales que reconozcan cómo género, pobreza, etnicidad y territorio se entrecruzan en estas realidades.
Estas tablas no son números fríos. Son retratos de vidas interrumpidas. Son niñas y adolescentes que no tuvieron opción. La pregunta es: ¿seguirá siendo tolerado este sistema, o será el detonante para cambiarlo?
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